lunes, 29 de septiembre de 2014

SALIR DEL TIEMPO TERRESTRE

El tiempo pudiera no ser más que la apariencia de un permanente movimiento, la ilusión de unas mutaciones periódicas.
Salir del tiempo terrestre sería abandonar un teatro de cuerpos que van envejeciendo y en el que los cambios sociales son superficiales: siempre mandaron los mismos.
Para huir de la podredumbre hay que asemejarse a lo eterno. Y en esto la muerte iguala a todos los seres humanos.
Entretanto, la pulga se disfraza de león para parecerse al depredador perfecto. Y la presa ideal no es otra cosa que una glotona de miedos y tristezas.
Nos han enseñado a hacernos trampas para no vivir en plenitud. Los profesores del miedo siguen siendo quienes vendieron su alma por una palmadita en la espalda.
Plotino decía que el alma puede separarse del cuerpo concentrándose en sí misma. Nunca lo conseguí. Ni albergo la esperanza de lograrlo en vida. Pero sé que en mi tránsito al más allá se producirá ese milagro.
Bendigo a quienes, de corazón, me deseen una buena muerte, un irme a mi hora y con conciencia, un conocerme, por fin, más allá del aspecto, las ideas o las emociones que me sujetan al mundo.
De momento, escribo.

Mi sombra juega conmigo
a perder el equilibrio,
a volcarse en los manteles
y las hojas de los libros.
Anochece en la cuartilla
y busco su precipicio,
por donde ruedan las rimas
asonantes del suicidio.
He de vivir otro día
y otra vida y otro ciclo
para que juegue a perder
mi sombra siempre conmigo.


Ricardo García Nieto

CUANDO UN PAÍS ASÍ




Cuando un país cansado, calladamente ardiendo,
se mira en el espejo de unos pocos políticos
y se cree que es más digno, ferozmente más bueno,
legislando en caliente para echar a los mismos,
los míseros de siempre,
cuando un país así, alegremente enfermo,
amontona con mimo unos cuantos escrúpulos
para prenderles fuego y sentirse correcto,
correcto hasta zafarse de su pulso,
de su antigua adicción a lo hermoso y lo justo,
cuando un país así de oscuro y sonriente
hace suyas las leyes,
las leyes de la usura, y salta y se contenta
como si fuese un perro adiestrado en la pena,
un esclavo feliz cuyos músculos ladran,
cuando un país faldero se queda sin su falda,
se duerme y no despierta.
Vislumbras su destino y cómo se le escapa.


Ricardo García Nieto

sábado, 27 de septiembre de 2014

RECORDAR LO QUE NOS MERECEMOS

En el libro décimo de “La república”, Platón advierte que elegimos, antes de nacer, el modo de vida que vamos a tener en nuestro periplo por el mundo. Así se expresaba la virgen Láquesis, hija de la Necesidad: “Almas pasajeras, vais a empezar nueva carrera y entrar en un cuerpo mortal. No se os escogerá una condición determinada; cada una de vosotras escogerá la suya… Cada una es responsable de su elección”.
Quienes aspiran a recordar lo que merecen, tal vez debieran tener en cuenta lo que eligieron. Y no sólo antes de nacer, sino a cada instante.
Entendiendo bien el texto, no se niega la libertad del individuo. El determinismo se limitaría a un género de vida, un escenario en el que movernos, y no a cada acontecimiento que padecemos, pues como en el mismo libro se señala: “convencidos de que nuestra alma es inmortal y de que por su naturaleza es capaz de todos los bienes como de todos los males, seguiremos siempre por el camino que lleva a lo alto”. Y ese camino no es otro que el de hacer lo justo y lo bueno. Tengo el convencimiento de que al equivocarnos, al salirnos de ese camino, nos viene el sufrimiento, que no es otra cosa que una manera de aprender. Quizá la única manera.
Aunque vivamos en el país del caiga quien caiga, lo que merecemos no es aprovechar la oportunidad a cualquier precio, no es arrancarse los escrúpulos del corazón y generar dolor, romper familias, empujar a la miseria a cuantos se interpongan en nuestra ambición personal… Yo, que me he equivocado tantas veces, creo que lo mejor que nos merecemos es actuar con honradez.
En este mismo diálogo platónico, podemos leer: “Laquesis dio a cada alma un genio (daímon) para que le sirviese de guardián en su vida mortal y le ayudase a cumplir su destino”. Este daímon pasó a la tradición cristiana como “ángel de la guarda”.
Puede que el problema de nuestro tiempo sea que hablamos demasiado con los fantasmas de nuestra imaginación en vez de hacerlo con el ángel que debería acompañarnos. Puede que nos creamos en posesión de la verdad cuando sólo tenemos expectativas egoístas. Da igual. Al final, nos veremos abocados a nuestro destino por mucho que nos duela. Desde antes de nacer o en cualquier momento de nuestra existencia.

Recordamos lo que hemos olvidado cuando es preciso, de la misma manera que la ballena sube a la superficie del mar para respirar.
Tomamos aire para renacer y encontrarnos con nuestra sagrada forma de estar vivos.
Todos los días resucitamos.


Ricardo García Nieto

lunes, 22 de septiembre de 2014

EL REGRESO

El búho dijo adiós, voló unos meses hacia atrás en el tiempo y descubrió que era dichoso allí donde creía no serlo. Lo mismo le sucedió al hombre que separó de la muerte todo cuanto miraba.
Las aves migratorias, las manadas de antílopes, las tortugas, los cachalotes… Regresan a casa tras una larga travesía. Quizá remontan el tiempo sin saberlo.
Quienes consideran su vida un viaje sin retorno se adentran en un callejón sin salida.


Ricardo García Nieto

sábado, 6 de septiembre de 2014

VENCIDOS

Vivo en un mundo donde Dios deja de respirar de vez en cuando. En tales ocasiones, los indolentes se asoman por televisiones y periódicos para hablarnos con fraudulenta sabiduría. Se niegan a soltar esa presa que somos todos nosotros.
Como es adentro es afuera. Y la ceguera colectiva no es más que un eco de la personal. Escribo para hacer una grieta por donde atisbar un mundo mejor. Pero es inútil. Mis ojos han aprendido demasiado tarde lo que jamás querrían ver.
El hombre eterno ha sido vencido por el consumidor de emociones y objetos.



Ricardo García Nieto